Una de las grandes revoluciones del S.XX fue el descubrimiento de la estructura del ADN. Esa pequeña hélice cambio por completo la forma que tenemos de entender la biología y la medicina moderna. Durante años, dos héroes han brillado en esa historia; James Watson y Francis Crick. Los dos hombres que dieron forma al modelo y que ganaron el Nobel en 1962 por ello.
Pero en el número de la revista Nature en el que se publicó la estructura, había también otros dos trabajos: el de Maurice Wilkins, ganador también del Nobel, y el de Rosalind Franklin. En aquel momento, el trabajo de Rosalind sirvió solo para apoyar empíricamente el gran descubrimiento de Watson y Crick, pero con los años se se descubrió que en realidad fue clave. Sin sus resultados no hubieran dado con la estructura.
Pero Rosalind Franklin hizo mucho más que estudiar el ADN, fue una química brillante y meticulosa que a pesar de su corta carrera, cosechó multitud de éxitos. Una figura que merece la pena recordar. Os invito a un paseo por su vida, y por una de las historias más apasionantes de la ciencia moderna.
Los inicios
Rosalind Franklin nació un 25 de Julio de 1920 en Londres. Era la segunda de 5 hermanos de una adinerada familia judía. Desde muy pequeña sintió fascinación por la física y la química, y con tan solo 16 años empezó a estudiar ciencia en el Newnham College de Cambridge, donde se graduó de química física en 1941. Como más tarde dijo su madre “Durante toda su vida, Rosalind sabía exactamente hacía donde se dirigía, y a los 16, tomó la ciencia como su tema”
Durante la Segunda Guerra Mundial, la vida en las universidades y laboratorios se trastocó completamente. La investigación básica prácticamente despareció, y la poca que había era para temas que tuvieran algún interés para la guerra que se estaba librando. Si ya eran escasas las becas para investigar, las otorgadas a mujeres eran casi anecdóticas. A pesar de ello, Rosalind logro presentar su tesis sobre las propiedades coloidales del carbón en 1945.
Al terminar la guerra, se trasladó a Paris, en donde aprendió la técnica de difracción de rayos X, gracias a la cual se pueden obtener la estructura de diferentes moléculas. Allí encajó especialmente bien con en el estilo más abierto y igualitario de la sociedad francesa e hizo grandes amigos.

A pesar de ello, en 1949 empieza a buscar opciones para regresar a Inglaterra, y en 1951 obtiene finalmente una beca para trabajar en el laboratorio que lideraba John Randall en el King’s College de Londres.
La doble hélice
En el King´s, el plan era que ella liderara el laboratorio de proteínas, aplicando sus conocimientos en rayos X para estudiar su estructura. Pero Maurice Wilkins, que estaba empezando a estudiar la estructura del ADN, sugirió que podía unirse a su equipo. Así dio comienzo una relación que estaba envenenada desde el inicio.
Randall escribió a Franklin diciéndola que ella tendría control total de su trabajo, mientras que Wilkins creyó que iban a trabajar juntos bajo su supervisión. A ese malentendido, se sumaron las diferencias de personalidad de ambos. Rosalind era directa, honesta y apasionada de un buen debate, mientras que Maurice era introvertido y tímido, y encontraba los modos de Rosalind demasiado agresivos.
A parte del laboratorio de Wilkins, había otros embarcados en la carrera para encontrar la estructura de la famosa molécula. En Cambridge, Watson y Crick estaban trabajando en una estructura teórica, y Linus Pauling propuso una estructura en forma de triple hélice. Rosalind por su parte, no tardo mucho en realizar importantes avances

En 1951 presentó en un seminario en el King’s que el ADN podía existir en dos configuraciones distintas a las que llamo A y B, y que la aparición de una u otra dependía de la hidratación de la muestra. La mezcla de ambas formas daba como resultado una imagen liosa que no dejaba ver los detalles con claridad, lo que explicaba por qué todos los intentos de obtener una buena fotografía hasta la fecha habían sido infructuosos.
Gracias a ese descubrimiento, Rosalind pudo tomar la famosa Foto 51 que le permitió averiguar algunas de las medidas del ADN. Además, también había determinado otros detalles de la estructura, cómo que las bases quedaban en el interior o que se trataba de una hélice. Con todo ello, escribió un informe para el MRC como parte del seguimiento de su beca. Un informe que debía ser confidencial
Por aquella época, el King’s era un lugar muy masculino y cerrado, y Rosalind no terminaba de encajar. Era un ambiente completamente distinto al que estaba acostumbrada en Paris. Eso, junto con la confrontación abierta con Wilkins hizo que en 1953 decidiera abandonar su beca y cambiarse de centro. El siguiente escalón en su carrera sería el Birkbeck College, también en Londres.
Para ello llego a un acuerdo con John Randall. Prometió que no seguiría trabajando en la estructura del ADN, y que todos sus datos y fotografías quedarían en el King’s. Antes de irse preparó un manuscrito con todas sus averiguaciones. Ese articulo fue el que después salió publicado en Nature con pequeñas modificaciones.
Entre medias, Wilkins que mantenía una buena amistad con Watson y Crick, enseñó la Foto 51 a Watson a espaldas de ella. En las semanas posteriores, ambos convencieron a Max Perutz, miembro del comité evaluador del MRC, para que les dejara ver el informe que Rosalind escribió. Con todos estos datos, Watson y Crick dieron un paso más allá y crearon una estructura teórica que ahora si, era la correcta.

Más allá del ADN
Con la estructura descubierta y su papel publicado en Nature, Rosalind se mudó al Birbech College. Allí continuó con su trabajo en difracción de rayos X, pero esta vez se centro en en la estructura del Virus del Mosaico del Tabaco, un importante modelo para entender y estudiar a los virus. Allí, pudo trabajar junto a su admirado John. D. Bernal, uno de los pioneros en la cristalografía de rayos X.
“Franklin tomó algunas de las fotos de difracciones de rayos X más hermosas que se hayan hecho”. “Como científica, la señorita Franklin se distinguió por la extrema claridad y perfección en todo lo que emprendió.» J.D.Bernal
Con el tiempo, su relación con el resto de los 3 implicados en el descubrimiento de la estructura mejoró, e incluso llego a desarrollar una muy buena amistad con Crick y su esposa, aunque nunca llegó a saber que habían usado sus datos para hacer su descubrimiento .
Durante esos años se hizo un hueco en el campo de las estructuras de virus. Viajaba constantemente para dar charlas, asistía a seminarios y recibió varios premios y reconocimientos por su trabajo. Era respetada y se sentía feliz, pero en 1956, a la vuelta de un viaje a Estados Unidos empezó a sentir fuertes dolores en el abdomen. Ese otoño fue diagnosticada con un cáncer de ovario provocado, muy probablemente, por la larga exposición a la radiación durante sus experimentos
Finalmente, murió en 1958 a los 37 años de edad, 4 años antes de que en 1962 Watson, Crick y Wilkins recibieran el Premio Nobel. Nunca sabremos si de haber vivido también hubiera salido a recoger su parte del premio.
3 libros para contar una historia
Durante años, el papel de Rosalind Franklin en el descubrimiento de la doble hélice se limitaba al artículo que publicó. Y así fue hasta que en 1968 Watson escribió el libro La Doble Hélice en el que contaba su visión de la historia. En él, ridiculizaba a Rosalind, a la que llama Rosy, minimizaba su trabajo e incluso la atacaba personalmente. La pintó como una mujer beligerante, que no podía mantener sus emociones bajo control, e incapaz de interpretar sus propios datos. Además, admitió que habían visto sus datos antes de dar con la estructura.
Como es de imaginar, el libro cayó como una bomba entre los amigos y colaboradores de Franklin, y llevo a su amiga Anne Sayres a publicar un segundo libro en 1975 para limpiar su nombre: Rosalind Franklin y el ADN. Un libro que colocó el dedo en la llaga y que lanzo importantes preguntas: ¿Qué hubiera ocurrido si Watson y Crick no hubieran tenido acceso a los datos de Rosalind? ¿Por qué no reconocieron sus aportaciones de forma apropiada y clara?… En contraposición, el libro pecaba también de una visión sesgada y todo el relato se basaba en un problema de género, lo que tampoco terminaba de ser cierto. Hizo falta un tercer libro, Rosalind Franklin, The Dark Lady of DNA, escrito por Brenda Maddox, para terminar de arrojar luz sobre el embrollo.

Irónicamente, si no hubiera sido por la publicación del libro de La Doble Hélice, quizás no hubiéramos sabido nunca la verdadera historia. Una historia mucho más compleja de lo que jamás se pensó, y en la que junto a la carrera por descubrir la estructura del ADN se mezclaron egos, rivalidades, conflictos personales y hasta fuga de datos confidenciales.
Y para terminar, una reflexión
No hay duda que Watson y Crick realizaron un trabajo espectacular que acabó dando luz a uno de los descubrimientos más importantes del S.XX, pero para ello, fue imprescindible la aportación de Franklin. Aportación que ella desconocía y que fue silenciada durante años. Crick tiempo después, admitió que Rosalind se encontraba también muy cerca de descubrirla. En tan solo 2 años había logrado importantísimos avances, aunque por aquella época había tomado la decisión de abandonar la carrera y trasladarse al Birkbeck.
Por otro lado ignorar el papel que tuvo Rosalind Franklin supone despreciar el trabajo más práctico y experimental, que es esencial para hacer un descubrimiento. Es menospreciar el trabajo de horas, días y meses que hace falta para poner a punto una técnica, que funcione y que sea reproducible. Y la fotografía 51 es impresionante. Hace falta un gran dominio de tu trabajo para conseguir una foto así de clara, más aún en aquella época en la que la técnica se encontraba en pleno desarrollo.
Rosalind Franklin se ha convertido en un icono por su trabajo y aportaciones a la ciencia. Un recordatorio de que nunca es tarde para enmendar los errores de la historia.
UN PAR DE DATOS EXTRA:
Nació el 25 de Julio de 1920 en Londres
Se graduó en química física en Cambridge en 1941.
En su corta carrera escribió 47 publicaciones y artículos científicos.
· Hablaba 4 idiomas: Inglés, francés, italiano y un poco de alemán.
Le encantaba viajar y e ir al monte
En el otoño de 1956 fue diagnosticada de cáncer de mama. Tenía solo 36 años.
Falleció el 16 de Abril de 1958 a los 38 años.
Hoy hay un imponente edificio que lleva su nombre en el King’s College.

Y por si queréis profundizar un poco más en su vida y obra os recomiendo algunos libros y artículos:
- Muchos de sus cuadernos y manuscritos están disponibles online a en la Welcome Collection.
- La Doble Hélice: Aunque ya hemos hablado de lo sesgado de la historia y los comentarios de mal gusto sobre Rosalind, lo cierto es que este libro es un clásico y un buen acercamiento a la ciencia de la época. Una novelita muy fácil de leer.
- Rosalind Franklin y el ADN: La segunda parte de la historia, esta vez narrada por una amiga de Franklin, Anne Sayre.
- Rosalind Franklin: The Dark Lady of DNA: Aunque unicamente está en inglés, este libro viene a ser el definitivo de los 3. La visión más real de lo que ocurrio.