A simple vista puede parecerte que estas pequeñas polillas de la foto no tienen nada de especial. Son unas simples polillas blancas y negras. Pero la realidad es que esconden uno de los mejores ejemplos de evolución que podemos observar.
Durante siglos, estas polillas moteadas o mariposas del abedul (Biston betularia) eran de color blanco con motitas pardas. Un color que les permitía pasar desapercibidas contra los líquenes que cubrían los troncos de los árboles. De esta forma, resguardadas entre la corteza de los abedules, se volvían invisibles ante los ojos de los hambrientos pájaros. Así sobrevivieron durante siglos.
Tan solo muy de vez en cuando podías encontrar una polilla oscura. Una pequeña rareza. De hecho, hasta finales del Siglo XVIII no se habían ni siquiera descrito.

Polillas claras camufladas sobre la corteza de abedules . A MITAD DE SIGLO XIX la mayoría de las polillas EN INGLATERRA eran de color claro con pequeñas motas pardas. FOTO: Andy Phillips via Flickr
Adaptación al cambio
Pero de repente algo cambio.
La revolución industrial llegó a Reino Unido y el cielo se lleno del humo negro del carbón. Los líquenes, muy sensibles a la contaminación, murieron y el tronco de los arboles se ennegreció. Ahora las polillas blancas destacaban como luces de neón sobre el tronco negro. Se habían convertido en un blanco fácil para los pájaros.
En la nueva situación, cualquier polilla que fuera un poco más oscura tenia una clara ventaja evolutiva: podían pasar desapercibidas más fácilmente, evitar ser comidas por los pájaros y pasar sus genes a la siguiente generación. En unos pocos años, la mayoría de las polillas que vivían cerca de las ciudades eran de color negro. Las antes raras polillas oscuras eran ahora las mayoritarias. La especie había evolucionado para adaptarse al nuevo ambiente. Es lo que conocemos como adaptación.

Polillas oscuras y claras sobre tronco oscuro.
Pero la historia no termina ahí. Los humanos no tardaron en darse cuenta de que esa gruesa niebla negra que lo cubría todo solo traía problemas. El punto de inflexión fue la gran Niebla de 1952 que mato a 40.000 londinenses. En los siguientes años se tomaron medidas y aparecieron leyes para reducir la contaminación atmosférica, que pronto tuvieron su efecto sobre los arboles. El humo negro disminuyó, los líquenes regresaron y las cortezas de los árboles volvieron a tener su tono claro característico.
Como os podéis imaginar, en esa situación las polillas negras eran de nuevo el blanco fácil, mientras que las blancas volvían a pasar desapercibidas. La ventaja evolutiva recaía ahora en las polillas claras. En tan solo unos años la población de polillas volvió a ser mayoritariamente blanca con pintitas negras. Se habían cambiado las tornas.
La evolución ante nuestros ojos
Solemos pensar en la evolución como algo que no puedes ver. Un cambio sutil que tarda millones de años en dejar huella. Normalmente es así. No se pasa de los dinosaurios a las aves en medio siglo. Pero por suerte, a veces hay casos como en el de estas pequeñas polillas que nos permiten ver sus efectos prácticamente en tiempo real.
No en vano, es uno de los ejemplos más claros de evolución. Uno de esos que se explican en los colegios y los grandes medios. Pero aunque se ha investigado durante años, también ha tenido su dosis de polémica. Por un lado, costaba creer que un cambio tan grande pudiera ocurrir en tan poco tiempo, y por otro, algunos de los estudios y experimentos realizados tenían flecos. En ocasiones, la metodología que se usó quizás no era la más adecuada y se han cuestionado los resultados. ¿Se explicaba todo solo por la ventaja de las polillas para evitar ser atrapadas por los pájaros, o había algo más?
Tampoco ayudaba que el cambio responsable, la mutación detrás de esa adaptación de color, haya sido durante años un misterio.
Finalmente hace unos años, unos científicos resolvieron el misterio. El cambio se debía a un “gen saltarin”, un transposón que, al igual que con el maíz de Barbara McClintock, interrumpía el gen que codificaba el color blanco. El trasposón funciona como un interruptor, que apaga o enciende el gen que da lugar al color. Esto explica lo rápido que se adaptaron las polillas al nuevo ambiente.
Ahora sí. Los últimos estudios y revisiones confirman los datos, y el descubrimiento del traposón aporta luz al proceso. No queda duda. Las polillas moteadas siguen siendo uno de los mejores ejemplos de evolución.
– REFERENCIAS:
The Industrial melanism mutation in British peppered moths is a transposable element. doi:10.1038/nature17951
The peppered moth and industrial melanism: evolution of a natural selection case study.
https://doi.org/10.1038/hdy.2012.92Juego simulación para cazar polillas y poner a prueba el modelo.
https://askabiologist.asu.edu/peppered-moths-game/play.html
2 comentarios en “La polilla moteada, un ejemplo de evolución”
La palabra evolución lleva al lector a la generación de una forma nueva. Acá tu bien explicas es por un gen saltarín. Sobreviven los que, se tiro de la variedad de colores, pudieron mantenerse y reproducirse manteniendo este transposon. Esto es un ejemplo de adaptación
Hola May. Muchas gracias por tu aportación.
Estoy de acuerdo contigo que este es un ejemplo de adaptación, pero yo diría que también de evolución. La evolución por definición es cuando hay cambios que pasan de una generación a la siguiente sin que tenga que ir obligatoriamente acompañado de la generación de una nueva especie (especiación). El ser humano lleva evolucionando muchas decenas de miles de años desde que se considera Homo sapiens. Entiendo que es un tema de lenguaje, pero creo que es más adecuado pensar en la evolución como un proceso constante (que incluye microevolución y macroevolución).
Te dejo una definición en ingles que, en mi opinión, define perfectamente el ejemplo de la polilla moteada, donde se hereda el cambio y cambia la frecuencia génica:
«Evolution occurs when there is a change in the heritable information passed from one generation to the next. Typically, we think of biological evolution as changes in gene frequency within a population over time». FUENTE: https://evolution.berkeley.edu/evolution-101/